martes, 5 de octubre de 2010

Voz 8

La Paz (Bolivia), 23 de febrero de 2010                Año I                    No. 8
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Avanza la unidad de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños

De sábado a sábado (86)
Una revolución para remontar la crisis letal de la UMSA
Remberto Cárdenas Morales*

Fidel: “Por ley de la historia nuestros pueblos están llamados a unirse”

Cumbre de la Unidad: Lo que puede nacer y lo que puede morir en Cancún
23 febrero 2010
Quintana Roo, Enviada especial de Cubadebate

Declaración de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe
México, 23 de febrero de 2010

Solidaridad en tiempos difíciles
Mariela Pérez Valenzuela

Información importante
Aclaración sobre el “Colirio cubano-Noni plus”
Embajada de Cuba en Bolivia

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Avanza la unidad de nuestros pueblos
latinoamericanos y caribeños

En Cancún (México) se manifiesta, con claridad, el avance de la unidad alcanzada por nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños. Los próceres de la primera independencia de la región, que plantearon de manera convergente la unidad de pueblos y repúblicas, pueden descansar en paz porque su sueño se materializa. Bolívar, San Martín, Artigas, Morazán, Morelos, Sandino, Allende, Che, nuestros héroes fundamentales, entre otros, proclamaron la necesidad de aquel proceso unitario. Fidel, hace cerca de cuarenta años, en uno de sus discursos para la formación de los revolucionarios, señala que el porvenir y la salvación de nuestros pueblos es la unión de nuestra América. (Fragmentos de ese discurso se pueden leer en esta edición de Voz 8).

Nuestros pueblos (latinoamericanos y caribeños) tienen intereses materiales comunes, así como es más o menos pareja la conciencia que asumen sobre la necesidad de la segunda y definitiva independencia, propuesta que es parte del programa máximo por el que se lucha todos los días y desde hace años en esta parte del mundo.

Los gobernantes que participan en aquella reunión de Cancún, no obstante de que
rememoran el discurso de los libertadores de la primera independencia, expresan también sus diferencias inocultables, las que dificultan y hasta impiden la integración plena de los países de la región, la que se intenta desde hace bastante tiempo.

A pesar de esas diferencias, difíciles de superar debido a la existencia de regímenes políticos contrapuestos entre países de la región, en la reunión del balneario mexicano, se busca constituir la unión orgánica de aquéllos (que resumirá la de nuestros pueblos), se articulará una especie de Unasur, pero de al menos 32 naciones de esta parte del mundo, es decir, una asociación de naciones latinoamericanas y caribeñas sin Estados Unidos y sin Canadá. Sin estas dos potencias, la unidad de naciones de nuestra América (como la denominaba Martí),
será una agrupación esencialmente distinta a la Organización de Estados Americanos, el Ministerio de Colonias como se la denominó acertadamente desde La Habana, cuando la OEA ejecutaba las instrucciones de Estados Unidos, especialmente para agredir a Cuba socialista.

Fidel, en los pasajes de su discurso publicados en estas páginas, advirtió que la unión latinoamericana viviría un proceso, prolongado según él, la que se espera cobre carta de ciudadanía en México, lo que será un desemboque fecundo: unidad de estados, que se apoyará, sin duda alguna, en la integración y la colaboración de nuestros pueblos y naciones que tiene larga data. Aquéllos, sobre todo, han batallado y batallan muy duro y mucho tiempo para que esa unión esté a punto de convertirse en una realidad viviente.

Aquel punto de llegada, asimismo, no debe llevarnos a olvidar que el imperio, mediante los regímenes en los que influyó e influye decisivamente, ha dificultado e impedido que la nueva asociación de naciones alumbre antes, incluso mucho antes. Un ejemplo reciente basta para graficar aquella política imperial que postergó la unión latinoamericana y caribeña: las siete bases militares yanquis instaladas en Colombia (de agresión contra nuestros pueblos), amenazan la unidad y la integración de las naciones latinoamericanas y caribeñas, están dirigidos contra la acción liberadora de nuestros pueblos y, específicamente, apuntan contra los procesos avanzados de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y, por cierto, contra la Revolución Cubana.

La unidad de nuestros pueblos deviene en unidad de los estados de nuestra América lo que implica integración política, económica, social y cultural. Los antecedentes favorables que nos llevan a confiar en que aquel proceso rinde sus frutos son: la integración centroamericana, la Comunidad Andina de Naciones (antes Pacto Andino), el Mercosur, la Unasur, el ALBA.

El acuerdo al que se espera que se arribe en México será un punto de llegada, después de una larga y, por momentos, accidentada marcha.

La comunidad de naciones latinoamericanas y caribeñas tendrá como misión urgente continuar la lucha contra el atraso y contra la dependencia e, inevitablemente, por la segunda y definitiva independencia.

De esa unidad (denominada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) ganarán especialmente nuestros pueblos y las naciones que constituyen la nueva alianza sin los “viejos” y sin los “nuevos” imperialismos los que, esencialmente, son uno o lo mismo, y del que tenemos que liberarnos.

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