lunes, 4 de octubre de 2010

Voz 3

Voz
La Paz (Bolivia), 19 de enero de 2010                Año I                   No. 3 ===================================================
El pueblo haitiano merece apoyo mayor a su tragedia
De sábado a sábado (80)
A los partidarios de los cambios, en discordia,
les negamos derecho para dividir al pueblo
Cien horas con Fidel
El pueblo haitiano fue el primero en liberarse del esclavismo francés
Reflexiones del compañero Fidel
Haití pone a prueba el espíritu de cooperación
Desesperanza y caos se extienden por Haití
Por Guillermo Alvarado

García Linera viaja a Haití para entregar ayuda boliviana

Chávez denuncia que EE. UU. aprovecha situación en Haití
para ocupar el territorio
Al menos 70 mil cadáveres han sido enterrados en fosas de Haití

Haití, la ayuda no llega
Estiman que son 140.000 los muertos por el terremoto
Por Guy Adams

La crisis en Haití ofrece oportunidades de intervención a EE. UU.
Por Naomi Klein

Haití
La calamidad en blanco y negro
Por Allan McDonald

Crónicas del fin del mundo
Por Marcos Salgado

Los pecados de Haití
Por Eduardo Galeano

Nuestro papel en el trance haitiano
Por Pete Hallward

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El pueblo haitiano merece apoyo mayor a su tragedia

El pueblo que derrotó, antes que otros de nuestra América, el esclavismo sustentado por Francia en aquella isla (1803); aquellos compañeros y hermanos nuestros que resistieron y vencieron a una oprobiosa tiranía como la de Duvalier; los que padecen una ocupación militar que impide su  autodeterminación, luego de que han sido derribado un gobierno elegido según su voluntad; los que ahora padecen una tragedia gigantesca como ninguna otra en esta parte del mundo merecen acaso más de los 10.000 millones de dólares para su reconstrucción, porque las vidas humanas perdidas (las que se estiman en más de 100.000) jamás se las recuperará, saldo desgarrador del terremoto del 12 de este mes.
Compartimos lo dicho por Fidel: la humanidad entera está convocada a entregar su aporte para rescatar a los atrapados y que todavía viven en medio de la destrucción conmovedora de Puerto Príncipe, para curar a los heridos y enfermos: como lo hacen médicos llegados de distintos lugares y, en particular, los cubanos que se encontraban allí desplegando una labor solidaria, a la que se suma el aporte de otros recién a la isla en ruina. Luego vendrá la reconstrucción de la economía, del tejido social, de las viviendas y de los edificios públicos, de los bienes culturales que sea posible, de casi todos los servicios…
Ante esa tragedia, los pueblos comparten lo poco que tienen con nuestros hermanos de Haití. Una mujer cruceña resumió muy bien el sentimiento de los bolivianos: He venido a donar sangre con la que quiero que se salven vidas de nuestros hermanos de Haití que sobreviven luego del terremoto, la que deseo que llegue pronto a su destino, dijo para un medio radial. Esa respuesta popular, en realidad, es un ejemplo de lo que nuestros pueblos realizan ante la tragedia haitiana. Nosotros añadimos que esa solidaridad deberá mantenerse un tiempo que no es posible determinar.
Haití ostenta el título nada honroso, que se lo recuerda a diario, de ser el país más pobre de la América nuestra. Sin embargo, agregamos que ese atraso es la herencia, ciertamente nada decorosa, del pasado esclavista, colonial, dictatorial y de vigencia del capitalismo y de la dependencia imperialista en aquella isla caribeña.
El atraso impidió que Haití cuente con medios al menos modestos para enfrentar los destructores efectos del terremoto. Ese elemento no se lo debe ocultar. El cierto que los sectores dominantes (hasta donde pueden serlo en medio de la miseria) tienen su cuota, aunque sólo sea porque mansamente aceptaron las relaciones de dominación impuestas, especialmente desde
fuera de la isla rota ahora.
Las notas reproducidas en este número de Voz muestran la tragedia en sus lamentables perfiles, es decir, el horror, como si en Puerto Príncipe se hubiera librado una guerra devastadora en proporciones imposibles de imaginar, pero que son una lacerante realidad.
Especialmente a la gente del pueblo que todo lo perdió le debe llegar la solidaridad material que nuestros pueblos acopian y proponen que llegue a su verdadero destino: las víctimas del terremoto, en el tiempo más breve, como requieren los destinatarios de la ayuda. Es imprescindible añadir, sin embargo, que los 10 mil efectivos militares que tienen ocupado el único aeropuerto de la capital haitiana, deben poner punto final a la obstrucción que imponen a título de mantener el orden nada menos que de los que ahora viven privados de agua, comida, energía eléctrica, vivienda, cama: despojados de casi todo lo que se necesita para sobrevivir, reiteramos.
Sensiblemente en momentos de la tragedia el pueblo de Haití sigue padeciendo la crueldad de la dependencia a la que vive sometido sin que alcance a liberarse. Pero el ejemplo dejado por las antiguas generaciones son un ejemplo para iberoamericanos y caribeños, para el pueblo haitiano en particular. Si antes que ninguno de nuestros pueblos, el de Haití derrotó a los
colonialistas, repuestos de la tragedia confiamos que encontrará el cauce de su liberación definitiva de las fuerzas que lo mantienen como al país más pobre de esta parte del mundo.
Una iniciativa que debe efectivizarse en breve es la condonación de la deuda externa de Haití. Los acreedores de ese país, sin excepción, tienen la posibilidad de materializar esa otra
forma de la solidaridad con aquel pueblo sometido a un nuevo infortunio.
El Vicepresidente de Bolivia, que llevó la ayuda boliviana para el pueblo haitiano, alertó sobre el riesgo que aquel país, afectado por el terremoto, sea convertido en una base militar de agresión de EE.UU. y propuso que nuestros pueblos exijan el retiro inmediato de las tropas yanquis de aquel territorio. Y esto debe hacerse dentro de la línea legítima de la solidaridad política con los hermanos de Haití.
Sin embargo, en este instante el pueblo haitiano requiere el apoyo de la humanidad, sin los bloqueos que se conocen, para salvar las vidas salvables todavía, por la vía del rescate y de la atención médica. Simultáneamente debe emprenderse la reconstrucción, tarea que con certeza abarcará un tiempo indeterminado, porque la reconstrucción de la vida de los sobrevivientes al
terremoto lo merecen en una proporción tanto o mayor de las consecuencias de aquel fenómeno natural.
Editores de Voz

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