lunes, 4 de octubre de 2010

Voz 5

La Paz (Bolivia), 2 de febrero de 2010                        Año I                                No. 5

En qué lugar del mundo existe libertad de expresión sin límites

De sábado a sábado (82)
La responsabilidad es el límite de la libertad de expresión
Remberto Cárdenas Morales

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Impunidad e indefensión
Teodoro Rentería Arróyave

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En qué lugar del mundo existe libertad de expresión sin límites

En Bolivia trabajadores de los medios de difusión y dueños de éstos, en rara coincidencia, defendemos la libertad de expresión (LE), herencia democrática e irrenunciable de la Revolución Francesa de 1789.

Sin embargo, son las desigualdades materiales las que determinan el límite en el ejercicio de aquella libertad la que, en nuestro caso, se manifiesta en los derechos individuales y colectivos a informar, comunicar, opinar e interpretar, incorporados en nueva Constitución Política boliviana.

Todos podemos asumir la LE, pero los dueños de los medios de difusión la utilizan sin restricciones, en forma absoluta, a pesar de que la Convención Americana sobre Derechos Humanos —aprobada como ley de Bolivia— establece de manera expresa que el único límite a la LE es la responsabilidad. Constituciones políticas, como la de Chile y Venezuela, entre otras, han recogido aquel principio (la responsabilidad como límite de la LE) en aquellos documentos legales fundamentales. Citamos los ejemplos de esos dos países suramericanos porque las orientaciones ideológicas y políticas de los parlamentarios que aprobaron esas constituciones fueron diversas.

Es que hay un principio universal que nadie debe soslayar irresponsablemente: en los países afiliados a la ONU no se reconocen derechos absolutos, es decir, ilimitados.

A pesar de que verbalmente se reconoce la universalidad de la LE, la palabra de los que carecen de medios o no tienen acceso a éstos, sencillamente, se la silencia lo que es una suerte de censura simulada: la voz de los empobrecidos, es decir de la mayoría, no la difunden aquellos medios.

En otros términos: los bolivianos podemos practicar la LE; sin embargo, son las limitaciones de tipo económico las que también la impiden o cuando menos la limitan. Aunque ahora tiende a cerrarse aquella brecha porque, para decir un ejemplo, las radios comunitarias en Bolivia conceden la posibilidad de que la programación, la palabra y la propiedad (las tres “p” se suele decir), pueden ser asumidas por los comunarios en forma individual y colectiva. Pero éste es un
camino que se hace al andar, con las dificultades naturales, como las técnicas y profesionales las que, empero, son superables.

Los que los últimos días, en Bolivia, propagaron una queja infundada sobre el riesgo de más restricciones a la LE, de las existentes, ocultan que acaso pretenden mantener la política informativa y opinativa, imperantes en sus medios, mezcladas con censura, autocensura, medias verdades, manipulación, matar a la verdad o intentarlo. Ese comportamiento, sensiblemente, parece estar oculto para una parte considerable de la población que todavía cree que la LE debe ser ilimitada.

En este número de Voz ofrecemos a nuestros lectores ejemplos de comportamientos dispares respecto a la LE: la de Bolivia en la que los propietarios de los medios de difusión rechazan todo tipo de límite a la LE, como la responsabilidad. El de Cuba en que no hay LE para los enemigos de la Revolución, pero sí la LE es plena si se trata de la difusión de las transformaciones. En México, los periodistas carecen de seguridad en el trabajo y por ello 101 de ellos pagaron con su vida el intento de ejercer el derecho a informar y comunicar (entre 1983 a 2009). En Estados Unidos, según Mark Twain, la libertad de expresión y de conciencia se explican así: “Por bondad de Dios tenemos en nuestro país estas tres cosas indeciblemente preciosas: libertad de expresión, libertad de conciencia y prudencia para no ejercer jamás ninguna de las dos”.

En el ejercicio de la LE deben defenderse los verdaderos intereses individuales y colectivos de las regiones, de los pueblos y del país. Con ese norte a la vista será más fácil establecer los alcances reales de la LE.

Al revés, para entender el porqué los dueños de los medios reclaman una LE ilimitada, es necesario que en todo momento establezcamos qué intereses defienden cuando informan, comunican, opinan e interpretan. Incluso es urgente constatar si desde sus medios comunican (para promover diálogo, participación, retroalimentación) o no lo hacen.

Recordemos que voceros de esos propietarios se empeñaron en difundir que propuestas como la veracidad informativa, el compromiso de facilitar la comunicación, la opinión responsable y la interpretación con ética decían que no debían constitucionalizarse porque los principios no son constitucionalizables ni legislables.

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