domingo, 21 de noviembre de 2010

Voz 31

Voz
La Paz (Bolivia), 4 de agosto de 2010             Año I              No. 31

Guerreristas colombianos matan a la verdad o lo intentan

Incluso durante los aprestos del gobierno colombiano para una probable guerra contra Venezuela, o en la fase preparatoria de aquélla, la mentira resulta infaltable. El actual mandatario de Colombia, que ejerce el cargo por dos días más, sistemáticamente recurrió a la mentira cuando intentó explicar, por ejemplo, las causas que determinaron una guerra civil prolongada en su país la que, para analistas serios, empezó con el Bogotazo (1948), tras el asesinato del caudillo liberal, Jorge Eliécer Gaitán, con un crecido apoyo popular. Cuando aquel mandatario dejó de mentir, recurrió a las simplificaciones: responsabilizó de la violencia que ocurre allí sólo a los movimientos guerrilleros (FARC y ELN) a los que, además, culpó de colaborar con los narcotraficantes.

Como una evidente extensión de aquella manera de matar a la verdad o al menos intentarlo, hace semanas el Presidente de Colombia aseguró que jefes guerrilleros de las FARC operaban, se reunían o descansaban en territorio venezolano. Además, sugirió que el presidente venezolano, Hugo Chávez, cuando menos tolera aquella presencia guerrillera en su país, lo que fue negado. Más aún, aquel líder de la Revolución Bolivariana, hace días, reiteró que los guerrilleros colombianos debían reconsiderar su estrategia armada como método de liberación. El jefe de las FARC, como en coincidencia virtual con Chávez, propuso negociar la paz en Colombia con el Presidente electo de aquel país y que asumirá pasado mañana. El Presidente colombiano saliente buscó aquella paz impuesta a sangre y fuego, y ninguna negociación con los alzados en armas o subversivos o violentos como los denominan allí.

El camino liberador que asume el pueblo colombiano (durante un tiempo se habló allí de la combinación de formas de la lucha: armada y electoral), se lo comparta o no, es un asunto de los colombianos, respecto del cual corresponde tolerancia, más aún, respeto y solidaridad. Esto último es también una opción que se la debe aceptar entre nuestros pueblos, para lo que se tiene que seguir una tradición y las necesidades de la segunda y definitiva independencia de nuestros pueblos y países.

El guerrerismo del gobierno colombiano se muestra, entre otras consideraciones, por la alianza fortalecida en el último tiempo, entre aquellos regímenes derechistas colombianos y los imperialistas yanquis. La instalación y funcionamiento de las siete bases militares instaladas en territorio colombiano son la evidencia inmediata de aquella alianza agresiva, es decir, los dispositivos armados apuntan contra la Revolución Bolivariana de Venezuela, lo que debemos mirar como esencial en esta hora de Suramérica.

Los preparativos guerreristas están destinados siquiera a hostigar al proceso revolucionario venezolano, pero el objetivo yanqui es desarrollar acciones enfiladas a frenar y derrotar los procesos de cambio que tienen lugar en esta región del mundo (Latinoamérica y el Caribe). A la orden del día se advierte, asimismo, la ofensiva de los guerreristas colombianos y con éstos de los imperialistas yanquis. Algunos esperan un comportamiento distinto del Presidente colombiano, que tomará posesión el próximo sábado, en sus relaciones con Venezuela. Sin embargo, en esta materia es preferible esperar lo que haga aquel mandatario, en vez de sembrar esperanzas sólo en su discurso.

La estrategia imperial, empero, no variará sustancialmente: imposible que deje de conspirar contra la lucha liberadora de nuestros pueblos o que vea impasible el avance de la Revolución venezolana. Quizá haya modificaciones tácticas en el comportamiento del imperialismo y de sus operadores latinoamericanos, pero, momentáneas, nada más.

La historia de Nuestra América aporta con datos suficientes como para entender de manera suficiente que, aunque vivimos un período de lucha liberadora en varios de nuestros pueblos y países, las derechas criollas y el imperialismo, en alianza, pretenden la conservación del viejo orden. Esa es la línea que siguen los guerreristas colombianos.

Los pueblos de la región latinoamericana, sin embargo, no debemos subestimar el denunciado riesgo de guerra de agresión del régimen neoliberal de Colombia contra la Revolución Bolivariana de Venezuela. Por ello, es menester el rechazo a esos aprestos guerreristas colombianos y de sus mentiras porque, como acertadamente señala un estudioso alemán, lo primero que muere en una guerra (y cuando se la prepara) es la verdad. Hay diversos ejemplos demostrativos de ello.

En cuando al pueblo boliviano cabe tener en cuenta que la nueva Constitución Política del Estado excluye la guerra como instrumento para resolver los diferendos internos. No obstante, el asunto que aquí tratamos, no es un mero diferendo colombo-venezolano. Allí hay mucho más que eso: ante el riesgo de una guerra, el pueblo venezolano se siente convocado a defender su revolución, en tanto que los guerreristas colombianos no pueden ignorar el rechazo a sus aprestos, a la guerra probable y a lo que el pueblo colombiano, los movimientos guerrilleros en particular, acaso consideren ineludible en un momento de conflagración: saldar cuentas con el gobierno de su país.

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